Viernes, 30 de Agosto. Mi segundo Campeonato del Mundo (ahora tengo fotografiados 24 entre Aire Libre y Pista Cubierta). Quedan tres días de campeonato y por la mañana no hay ningún español que compita, por lo que aprovecho para levantarme, desayunar e ir a hacer compras de material fotográfico. Sin sospechar, lo más mínimo, que esa tarde será histórica para el atletismo.
Me acerco a una zona de Tokio famosa por la cantidad de edificios enteros de material gráfico de última generación. El sueño de todo fotógrafo y a precios nunca vistos en España, en aquellos años. Entre otras cosas Canon, adquirí una cámara EOS-1 y una lente de 200mm F/1.8, la más luminosa que se ha fabricado nunca. Por primera vez desde que era profesional, tenía una cámara y una lente que podían hacer enfoque automático y no solo manual.
Por la tarde, me voy al estadio donde se disputaba la final de salto de longitud de hombres. Había gran expectación por la prueba, ya que varios atletas saltaban ampliamente por encima de los 8 metros. Por este motivo tenía que ir pronto para coger un buen sitio. La prueba empezaba a las 17:30 h y a las 13:00 ya estaba colocado enfrente de la arena del salto, a la altura de los 9 metros, en la primera línea de fotógrafos. Ahora tocaba guardar la posición y esperar a que comenzaran a saltar.
Desde el comienzo parecía que iba ser fácil para el estadounidense Carl Lewis, sobre todo cuando en el cuarto intento llegó hasta los 8,91m (nuevo récord del mundo, no válido por hacerlo con un viento favorable de +2,9 m/s). Otro americano, Mike Powell había hecho un nulo con un salto por encima de 8,90m en el cuarto intento.
Entonces llegó el momento mágico de la tarde. Allí estaba yo, con mi nueva cámara, dentro un carrete de diapositivas de 100 ISO, forzado a 800, mi flamante objetivo de 200 mm. y un gran dilema: disparar la secuencia del salto en autofoco o en manual. Al final opté por hacerlo manualmente para evitar que fallara el foco y tuviera una secuencia de fotos sin foco del salto más largo de la historia, con viento legal.
En el quinto intento, Mike Powell inició la carrera, llegó a la tabla de batida, saltó largo, muy largo y aterrizó sobre la arena. Con un viento válido de +0,3 m/s, su salto se midió en 8,95 m. Powell establecía un nuevo Record Mundial, 23 años después del mítico salto de Bob Beamon, 8,90m en los JJOO de México 1968.
La cara y los gestos de Carl Lewis eran todo un poema, seguro que se preguntaba ¿cómo era posible que aun superando el estratosférico salto de Bob Beamon, perdiera el campeonato y quedara segundo?
Pocas veces un fotógrafo deportivo tiene la oportunidad de captar imágenes para la posteridad mundial. Esta fue una de ellas.
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